jueves, noviembre 01, 2007

[Niños Delantales]


Una laguna de escalofríos se me hunde en el borde de la sien, es que ya siento que muero, asumo la nula versatilidad de una luciérnaga, comienzo a frenar el paso del tiempo con los pies, la gente goza como papagallos balbuceando ruidos finos, un tanto chuecos flotan los aromas, evidentemente me voy descomponiendo, de azul y verde se me colorean los poros, se van apretando en grupos pequeños, los espacios se convierten en surcos, tanto brillo me ciega, la vertiente se escapa, va viajando sobre cabezas en blanco, les habla de calentamiento global, les dibuja con el dedo imágenes contaminantes, una que otra absurda acción, y como las cabezas están insanas, el futuro se deshace en lágrimas de un desarrollo hecho mierda. Con una mujer que carga agua en sus manos choco bruscamente, me lleno de detalles, conviene hacerse la víctima, bailan dos dedos en un cuello ciego, se va calentando la vista, pronto me lleno de ideas vertientiles, me titilan los ojos, me suelto de la mano suave, al fin comprendo el error de la vertiente, anda pregonando un sueño estrecho que el viento deforma, el calentamiento global se traduce en un sobre calentamiento que sube desde los pies, se aprovecha de las piernas, termina en los labios, la loca idea no discrimina, se disuelve en caricias olvidando si es hombre, mujer, o luciérnaga.


Diariamente se trazan flechas, pensamientos optimistas se llenan de flores, adornan los males que recaen sobre los datos científicos, pero sigo escéptica ante las amenazantes ganas de una vida sencillamente complicada, contaminada hasta los pulmones.


Alguien se arroja desde el treintavo piso, se ve una sorda cuerda de sonido, un mar de ojos se encrespan las pestañas con un cigarro encendido, los niños se destemplan con la música, les gustan los estrambóticos sonidos de un objeto raspando otro, afilando las armas, destruyéndose sin miedo, se le elevan los pelos, se les cosen las bocas, cargan pájaros con las alas amarradas, se les hace caminar sobre piedras afiladas, cada niño es un delantal, una talla, una marca, un color.

Los demonios de un día próximo se vomitan la conciencia, se confían del tiempo, le gimotean dolores en la espalda, con sangre de venas negras disfrazan a la verdad, la máscara de sometimiento le calza, entre los dedos se deja entrever no más de una vez al mes.

La acción se nos respalda de noches petulantes, ecos escurren entre pieles agrietadas, intentan encontrar comunicación, se marean entre visiones impersonales que estallan en cabezas dormidas, simulan voces pasadas, algo de eso que todos los días se extraña. Con sinceridad besan los cuerpos verdosos, se cruzan extraterrestres recolectando vibras de cancioneros oxidados, los ojos ya cansados se miran sin esperar, una chispa de aire les quema el último cerebro-algo anda mal ¿es que acaso no ves lo que se ve?- la gente se molesta. Sirenas golpean un cuento mareado.


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