lunes, noviembre 05, 2007

[Hay que llegar al fin para saber]

Frente al espejo intentaba sonreírse, una sonrisa torpe le exclamaba al reflejo, los ojos no se dejaban engañar, los 7 kilos seguían soltando las costuras pero Isabel nada podía hacer, la idea de suspender el evento se convirtió de un momento a otro en su deseo, la entre ceja se apretaba, puesto que no era un plan sin inconvenientes, pronto llegarían sus hermanas, y peor aún, su madre, seguro la retarían, no podría safarse a menos que inventara una buena excusa, es que a nadie le agrada de perder el tiempo, y preparar el matrimonio no fue nada fácil, dos largos años de espera adosada a tediosas comidas familiares. Todos apoyaron, estaban dispuestos a recorrer todas las tiendas y analizar cada presupuesto con tal de darle forma a su sueño, tanto así que se transformó en el de todos.
-¡ay! ¡No!- su mano en la frente le daba aspecto de desesperación, la puerta había sonado y esa seguridad que intentó tenerse escapó a jugar entre las olas del sonido, rebotando por la ventana vio partir la esperanza y frente el espejo una ballena llorando.

-¿Qué sucede?- la madre pregunta en tono de preocupación
-Deben ser los nervios, esas cosas que les pasa a todas las novias- respondió otra.

Isabel comenzó a excusarse, en cosa de segundos dijo 25 mentiras, todos comprendieron que no quería casarse, y para sorpresa nadie se opuso ni intentó hacer cambiar su parecer, pese a los 300 invitados que aguardaban sentados en la iglesia. La abrazaron y se comenzaron a retirar, todo estaba bien hasta que la madre, con la mano en la perilla de la puerta, dijo: tendrás que ir a despedir a los invitados, sácate ese vestido. Le diré a Gerardo que venga, el pobre quedará destrozado, hazte cargo tú de la cancelación...me iré con tus hermanas, la casa tiene cajas en todas partes, intentaré devolver los regalos grandes. Adiós. Se cierra la puerta.

Sin decir nada comenzó a sacarse el vestido, resultó un tanto complicado pero al rato estaba con sus jeans y una polera, y claro, sus zapatillas. En el pasillo estaba Gerardo con los ojos húmedos, ella se sentó a su lado e intentó abrazarlo, él no se dejó. Sus palabras estaban furiosas, Isabel estaba asustada, algo andaba mal pero no lo comprendía. Estaba como sorda, su obsesión por la imagen ballenezca del espejo era su único pensamiento hasta que Gerardo se paró y mirándole los ojos le dijo: No te quiero ver nunca más. Un Pero yo te amo se le salió rápidamente de los labios- ¿entonces por qué no te casas conmigo?- preguntó el muchacho, sin dudarlo le contó lo del vestido. -¡Pero Isabel has bajado 15 kilos! ¿No recuerdas las nueve veces que han ajustado el vestido?!

- asustada intentaba controlar los temblores de su cuerpo, al notarlo Gerardo bajó el sonido, se acercó a su oído derecho y le susurró un montón de "te quieros", le besó la frente. Le habló de la anorexia, de la buena salud, y muchas otras frases, todas conectadas con un "te amo" o un " no estás sola". Habían pasado 90 minutos. Ella se levantó y dijo: entonces no parezco ballena?- claro que no- le contestó, Isabel miró con optimismo y le dijo que entonces debían casarse, que nada lo impedía, ella se pondría el vestido y el cuento terminaría feliz, él tuvo dudas, seguro los invitados se fueron, todo se acabó sin comenzar. La muchacha le dijo que para el compromiso eran necesarias tres personas, y había dos. Se pusieron de acuerdo, ella fue a colocarse el vestido, él a buscar al cura. Quince minutos después iba entrando la novia, el novio la esperaba en el altar, como todos los novios obviamente. Los padrinos fueron la florista y el coro de la iglesia.

Después de un beso salieron de la mano, ella cambió sus zapatos de tacón por unas zapatillas con caña, se fueron por una calle ancha, un embotellamiento de 100 autos decoraba la avenida, al verlos aumentaron los bocinazos pero ellos no le prestaban importancia, se reían de un chiste fome.

Tanto andar los cansó, el vestido se dejó caer en el pasto, el blanco se hizo verde, le pusieron margaritas para que se viera más bonito, las horas pasaron y el atardecer les aplastaba las frentes, apareció un carro de completos- el último que llega devuelve los regalos- gritó la novia mientras se echaba a correr por el pasto.

Se comió tres completos y aún así se seguía viendo bella, al menos eso decían los ojos de Gerardo.

[La historia de la anoréxica que quería comer]

No hay comentarios.: